La autonomía vasca ha cercenado la identidad de Vizcaya, no sólo con su afán asimilacionista sino también con su distribución territorial, que ha mutilado la configuración de nuestra tierra, otorgando a las ventajistas provincias de Alava y Gipuzkoa vastas extensiones de nuestra patria.
Bizkaia ha sido siempre el fruto de la unión voluntaria de sus comarcas, cada una de ellas con su propia identidad. Esta pluralidad interna, enriquecedora a todos los efectos de la identidad bizkaina, está siendo laminada por la imposición en las mentes y administraciones de nuestro pueblo de un concepto diluyente de nuestra esencia en el proyecto vasco. Así, algunas de nuestras comarcas han sido absorbidas por el expansionismo de nuestros vecinos, mientras a otras se las desnaturaliza invocando las esencias de lo vasco.
Corremos grave riesgo de perder las particularidades lingüísticas del idioma euskérico bizkaíno, en sus distintas vertientes; o la introducción de nueva planta en las zonas históricamente castellanoparlantes de las Encartaciones del Euskera Batua. El expansionismo del neonavarrismo Gipuzkoano, que nos impone su lengua, su visión del mundo intolerante y su rancio catolicismo jesuita ha hecho mella en muchas conciencias bizkaínas alienadas por la confusión de que la defensa de lo vasco es la defensa de lo bizkaíno y viceversa.
Es urgente que los Bizkainos volvamos a retomar las riendas de nuestro futuro, reincorporando aquellos territorios de los que se nos ha despojado, y llevando a cabo una política activa y valiente de recuperación de nuestra identidad si no queremos terminar fagocitados por el expansionismo voraz del servil vasquismo navarrista. Es hora de enseñar a nuestros jóvenes a reconocer su verdadera identidad bizkaía, y recordar a nuestros mayores cual ha sido siempre la esencia de esta tierra plural y avanzada frente a esa nueva ola de ruralismo uniformizante que nos viene de los pirineos.
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