domingo, 11 de diciembre de 2011

Gipuzkoa, punta de lanza del asimilacionismo.

Si hay una tierra desnaturalizada en esta pantomima autonómica vasca es Gipúzkoa. Este territorio es la fuente donde el negacionismo campa a sus anchas después de una larga actividad soterrada de destrucción de la identidad histórica de sus gentes. Para ello se ha valido de una tenaz actividad de los asimilacionistas enfocada por un lado a un ejercicio colectivo de destrucción de su memoria histórica, y por otro lado, la sublimación de su carácter local como estándar del nuevo estado navarro de los Pirineos.

No es de extrañar que los asimilacionistas pretendan imponernos una lengua sintética nacida de la fusión de los hablas guipuzcoanos como lengua única del renacido Reino de Navarra; pero no sólo la lengua, su folklore, sus costumbres, su gastronomía...etc., pretende ser servido como plato único de la identidad panvasquista. Hasta cosas tan peregrinas como las razas autóctonas de su ganado son vendidas por el asimilacionismo como el estándar de lo vasco, frente a aquellas razas propias de nuestra tierra. Así, el ganado ovino latxo, la oveja latxa, es promocionada, no sólo como oveja "vasca" de este nuevo estado, sino que es elevada a la categoría de símbolo que luce en forma de pegatina en numerosos coches de los cegados por el negacionismo. Algo tienen que decir los ganaderos de nuestra tierra, que durante siglos llevan criando a la oveja carranzana. Ésta oveja carranzana, es frente a la latxa muy superior en producción lechera y lanar, mucho más rentable y adaptada a la tierra y clima de nuestra tierra, y sobre todo genuinamente bizkaina.

Pero sigamos con el asunto que nos ocupa, la desnaturalización de Gipuzkoa. Este que presentamos es el escudo histórico de esa tierra. Obsérvese que junto a los tres árboles tejos con sus olas de mar, el escudo Gipuzkoano incluye en su parte superior un rey y doce cañones. El rey es el símbolo de la monarquía castellana que siempre defendió, y que fue pagado por los navarros con los sitios de San Sebastián, Tolosa y Fuenterrabía, y el incendio, destrucción y saqueo de Irun, Oyárzun, Hernani y Rentería a finales de 1512. En diciembre de ese mismo año, los Gipuzkoanos devolvieron el golpe al ejército navarro destrozando su retaguardia y capturando sus cañones en la Batalla de Velate, y como reconocimiento a tal servicio en la guerra contra Navarra, le fue otorgado a su escudo heráldico las doce piezas de artillería capturadas.

Esta notable trayectoria de los guipuzcoanos al servicio de Castilla, fue el primer objetivo puesto en el punto de mira por los negacionistas durante la construcción de la autonomía vasca. El asimilacionismo no podía admitir la realidad histórica. Era necesario borrar de la memoria colectiva el esfuerzo victorioso de los guipuzcoanos por su identidad, y sustituirlo por la ideología del victimismo de los derrotados navarros. Así pues, poniendo en los altares del sacrificio el pasado heroico de sus gentes, en 1979 las juntas generales de Gipuzkoa votaron para su vergüenza, la eliminación de la parte superior de su heráldica para dejar un escudo como el actual, limpio de su pasado. Se adujeron para ello las buenas relaciones con Navarra; unas relaciones que ya fueron buenas cuando los requetés navarros y guipuzcoanos regaron de sangre la tierra de Vizcaya durante la guerra civil y en la que los cañones de Velate no fueron obstáculo para ese entendimiento. Hoy solamente el municipio de Cizúrquil mantiene en su escudo los doce cañones de Velate, sin que eso parezca ser un obstáculo para las buenas relaciones con Navarra, ya que fueron los habitantes de esta villa los que tomaron parte en dicha batalla, y ni siquiera los negacionistas más radicales se atreven a negar la identidad de estas gentes en nombre de su proyecto uniformizante.
De este modo se fraguó la primera piedra en el camino para desnaturalizar la identidad gipuzkoana, eliminando vestigios de memoria que entorpecieran el avance del asimilacionismo. Un avance que adulterando la identidad de sus gentes, ha crecido como la espuma en los últimos años, y que corre peligro de ser contagiada a nuestra tierra por el voraz apetito expansionista de Euskal Txerria. Hoy en día no hay que mirar mas que el mapa electoral para ver como la maquinaria del negacionismo está bien engrasada. De la mano de sus lacayos de Euskaltzaindia, y con el beneplácito del gobierno títere de turno en Vitoria, se han ido borrando poco a poco los nombres históricos de la identidad gipuzkoana, del mismo modo en que se pretende hacer en Bizkaia. Así, sitios como Placencia de las Armas, nombre que nos reconduce a la íntima relación con Castilla de este territorio, es ahora conocida como "Soraluze", tierra desnaturalizada de su pasado.

Este es un ejemplo más del riesgo que corre Bizkaia de seguir el camino Gipuzkoano. Un camino que lleva a nuestra pérdida de identidad, la pérdida de nuestro acerbo cultural y nuestro patrimonio histórico. Es el destino hacia el que se dirigen los pasos del negacionismo; el horizonte de asimilar nuestra naturaleza a la de aquello que niega nuestras raíces. Todo con el fin de mantener postrada a Vizcaya entera a los pies de otras tierras y gentes que pretenden construir su bienestar con los recursos de un pueblo desmemoriado y servil. Destruyendo nuestra identidad y asimilándola al servicio del nuevo estado navarro panvasquista. Es hora de que la conciencia nacional bizkaina se agite contra estos nuevos bárbaros que demandan de nosotros la pan y la sal sin ofrecer nada a cambio. Es tiempo de exhibir con orgullo nuestro pasado e identidad y decir que en Bizkaia hay una roca patriótica contra la que se estrellarán las olas de esta marejada de desmemoria organizada; que nuestra tierra es nuestra, y nuestro pasado, presente y futuro nos pertenece.

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