sábado, 17 de diciembre de 2011

Vizcaya en el punto de mira.


Nuestra tierra, generosa y solidaria dentro de la artificial autonomía vasca, es la piedra angular sobre la que construir el renacer del nuevo reino de Navarra. Sólo Bizkaia tiene el potencial económico, demográfico y de desarrollo capaz de poder hacer florecer las esperanzas del asimilacionismo. Esta capacidad de vertebrar es la que los nacionalistas bizkainos reclamamos para constituirnos en un autogobierno propio y justo. Un autogobierno que vele por los intereses exclusivos de Vizcaya y sus gentes.

Esta exigencia nace de la necesidad de preservar nuestra identidad diferenciada de ese marasmo neonavarrista, que pretende gobernarnos desde los Pirineos en lugar de hacerlo desde el Cantábrico. Los negacionistas, asentados con fuerza en la desnaturalizada provincia de Gipúzkoa y el norte de Navarra, tienen muy claros sus objetivos para destruir nuestra conciencia nacional y saquear nuestros recursos. Para ello se valen de la tramposa autonomía vasca; levantada bajo apabullantes mentiras históricas, y construida bajo  el fantoche de la solidaridad. Una solidaridad asimétrica, donde Gipúzkoa impone su lengua y su folklore, mientras los alaveses se llevan la parte del león en cuanto a inversiones e influencia política. Una solidaridad donde Bizkaia solo aporta y nada recibe.

Si hacemos un frío análisis de esta sintética unión de territorios, veremos que padecemos una injusticia sangrante. Si tomamos las últimas elecciones autonómicas como referencia, en el territorio alavés, obtener un representante en el parlamento vasco vale el sufragio de 5507 habitantes de la llanada, donde fueron 137666 votos a opciones que obtuvieron representación los que dieron a esa tierra 25 asientos en el parlamento vitoriano. Frente a ello, en Bizkaia fueron  522315 los votantes que acudiendo a las urnas, lograron representación para sus opciones, con un valor de 20893 por escaño. Esto viene a suponer que esta autonomía se construye bajo la enorme injusticia de que el voto de un alavés vale lo mismo que el voto de casi cuatro bizkaitarras. No es de extrañar que en estas circunstancias, los desafectos alaveses obtengan pingües beneficios de esta pantomima autonómica, dado que se llevan el dinero, la representación y el peso de las administraciones.

Creemos que es necesario denunciar esta situación y dar a conocer con toda su crudeza las injusticias sobre las que se articula la destrucción de nuestra identidad nacional. Bizkaia está en el punto de mira de quienes no reconocen su esencia nacional y viven de las rentas de nuestra tierra. Es preciso alertar a nuestros ciudadanos de esta grave situación, que no es sino una parada más dentro del trayecto que lleva a alejar las decisiones sobre nuestro futuro camino de Pamplona. Nos venden el cordero vasco para que no veamos que bajo su lana se esconde el lobo del renacido reino navarro. Vivimos una novela por entregas, en la que nuestra soberanía ha salido de Vizcaya y ha hecho una parada en la llanada camino de la tierra de las cadenas. Cadenas que debemos romper antes de que se vuelvan a forjar .

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