El próximo día 28 de diciembre, los bizkainos vamos a presenciar una vez más la mayor inocentada que se puede perpetrar contra nuestra identidad nacional. Los lacayos del asimilacionismo celebrarán un año más el akelarre que todos los años realizan en San Mamés los partidarios de la integración y destrucción de nuestro pueblo dentro de Euskal Txerria. Lo harán, como siempre, con el beneplácito de los dirigentes del club de los amores de nuestra tierra, postrado bajo la bota de los negacionistas.
Y es que nuestro Athletic Club se ha convertido en un juguete en manos de los títeres del asimilacionismo, que en una labor soterrada y silenciosa han ido vaciando de bizkainos la cantera de Lezama, abriendo las puertas de par en par a los futbolistas de fuera de nuestra tierra. No es que tengamos nada que objetar a que dichos futbolistas jueguen en nuestro equipo; muchos de ellos han aceptado con naturalidad la representación de los bizkainos con mucho orgullo y dignidad, y nuestra tierra, siempre acogedora con aquellos que la aman, los ha adoptado a mimado como a cualquier bizkaitarra. Sin embargo, sí creemos que es denunciable el modo en que se ha dado la espalda al fútbol base de Vizcaya, dando la espalda a muchos chavales de nuestra tierra, que han empeñado ilusión y esfuerzo por llegar al primer equipo, y que se ven privados de vestir la elástica rojiblanca en virtud de la preferencia por llenar el once de jugadores foráneos.
Es un hecho demostrado que los mejores jugadores que ha tenido el club bilbaíno han sido aquellos que no sólo recalan en sus filas por condición de su pertenencia al imaginario panvasquista del asimilacionismo, sino que sienten los colores y el amor a la tierra bizkaina. Los jugadores que no sólo juegan como mercenarios en este equipo, sino aquellos que se dejan la piel por unos colores que son los suyos. En los tiempos de dificultades, los chicos de la tierra son los que arriman el hombro por sacar el equipo adelante, mientras que los que han recalado desde otros equipos como la Real o el Osasuna siempre se han mostrado más displicentes a sacar el trabajo que se les exige.
En muchas ocasiones el pretendido espíritu panvasquista ha cegado el buen juicio de los dirigentes, dando alas a jugadores mercenarios que han pagado con puñaladas traperas la fe que la afición depositó en ellos. Así, por obra y gracia del asimilacionismo se nos vendió que debíamos incluir en nuestro once a un tal Bixente Lizarazu, francés converso a los postulados del negacionismo, cuya adhesión a nuestra tierra fue tan frágil como el importe que pagó el Bayern de Munich por su fichaje. Lo mismo podemos decir del Vitoriano Karanka, a quien faltó el tiempo para irse corriendo al Madrid y ahora sirve de fantoche mediático de Mourinho.
Mientras a Bizkaia se le niega el pan y la sal para poder competir en igualdad de condiciones con otras selecciones autonómicas, el planteamiento tramposo del negacionismo es hacer el trabajo de proselitismo todos los años en nuestra tierra. Aduciendo que el importe se destinará al fútbol base (cosa que el club rojiblanco ya hace por sí mismo, incluso con clubs fuera de Bizkaia), el partido de la selección panvasquista siempre se celebra en Bilbao, en un estadio privado; con el fin de inculcar el sentimiento nacional artificioso del nuevo estado navarro. Nunca se proponen jugar en Gipúzkoa o en Alava, ya que, como es habitual, somos los bizkainos quienes tenemos que costear con nuestro dinero el mantenimiento de esta selección sintética que destinará su recaudación en muchos clubes de fuera de nuestra tierra.
Desde la Conciencia Nacional Bizkaina, exigimos que se de una oportunidad a los jugadores de nuestra tierra para demostrar que tienen la calidad y el empuje suficiente para caminar solos al margen de la elástica verde. Es necesario potenciar una cantera que se ve estrangulada por la apuesta por jugadores de otros territorios. ¿Acaso en el millón largo de Bizkainos no hay once chavales dispuestos a darlo todo en el campo con calidad y entrega? ¿Por qué no queda representada en su justa medida la afición de nuestra tierra por este deporte? ¿Por qué se fomenta artificialmente el potencial deportivo de los territorios más despoblados y atrasados a los que Euskal Txerria nos quiere asimilar? Es tiempo de empezar a plantear la necesidad de una selección de Bizkaia, construida con la ilusión de los jugadores de nuestra tierra, de arrancar el miedo de los corazones de nuestros jóvenes a reivindicar sus colores por encima de la imposición verde del asimilacionismo. Bizkaia siempre ha sido rojiblanca, y rojiblanca es nuestra selección. Es momento de alzar la voz y plantarse ante la inocentada de todas las navidades. BIZKAIKO SELEZIOA ORAIN!!!!
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